Desde que el ser humano empezó a vivir “entre 4 paredes” ha buscado formas de cambiar y mejorar su espacio interior. ¿Cómo pensamos y vivimos en nuestros hogares? ¿Acaso lo hacemos?
La ciencia es tajante: el diseño de nuestros ambientes incide directamente en nuestro bienestar.
¿Somos conscientes del impacto que nuestros interiores poseen sobre nosotros? Sin duda la pandemia puso en primer plano este tema.
La necesidad de trabajar y estudiar en casa y la restricción de la circulación hicieron que pasemos mucho más tiempo en nuestros hogares. Muchos debieron improvisar remodelaciones. Otros se decidieron a hacer un cambio radical.
La búsqueda de la felicidad a través del diseño no es, en realidad, nada nuevo.
Desde hace años el neurointeriorismo, es decir, la aplicación de las neurociencias al diseño de interiores, investiga esta temática.
Por ejemplo, se ha demostrado que fabricamos más oxitocina y serotonina, relacionadas con la relajación y el disfrute, si nuestros entornos son agradables.
Por esto se estudia la relación entre espacios amplios y pensamiento creativo; sobre el poder de la naturaleza para estimular tanto la concentración, como la curación de las personas tras una enfermedad; o sobre el impacto de los edificios y muebles con ángulos afilados sobre la amígdala, implicada en los procesos de defensa y agresión del cerebro.
Algunos descubrimientos científicos respecto del diseño de interiores:
LA IMPORTANCIA DE LA ILUMINACIÓN
Los espacios grandes y adecuadamente iluminados estimulan la creatividad, previenen la depresión e incluso detienen el declive cognitivo al envejecer.
LA INFLUENCIA DE LA NATURALEZA
Ver un paisaje verde desde la ventana del hogar potencia la atención y la memoria en los niños y tiene efectos relajantes en los adultos.
LAS FORMAS DE LOS MUEBLES
Una habitación decorada con muebles de líneas rectas se suele percibir como impersonal, aburrida y deprimente mientas que una estancia decorada con los mismos colores pero con muebles de líneas redondeadas, fue calificada como relajante, agradable y acogedora.
Por todo esto, la corriente Diseñar para la felicidad no deja de crecer, en tanto que apuesta por concebir al espacio como uno para vivir mientras se trabaja, y no un espacio donde trabajar para vivir”.
Los negocios, los restaurantes y la hotelería sí han sido conscientes de la influencia que ejerce el espacio en las emociones para mejorar la experiencia del cliente en sus establecimientos, ¿por qué nosotros no?